Durante la crisis financiera global, las economías con una sólida base industrial sufrieron menos que las volcadas en los servicios.
Un caso claro lo tenemos en Alemania, cuyas mittelstand (pymes), muchas de ellas fabricantes, pudieron mantener o aumentar sus plantillas e incluso expandirse. Consciente de que la industria manufacturera contribuye de forma significativa a la creación de empleo y la innovación, el Gobierno alemán elaboró en 2011 una iniciativa llamada Industria 4.0, un concepto que desde entonces se ha popularizado. Otros países han seguido su ejemplo, como Estados Unidos, donde la reindustrialización de la economía está presente en la agenda política desde la Administración de Obama.
A partir de entrevistas, casos y colaboraciones con empresas a la vanguardia de su sector, y la lectura de Cuando personas y máquinas trabajan juntos del autor Marc Sachon, he identificado los puntales para dar el salto a la industria 4.0, así como sus implicaciones. En el caso de los fabricantes, la conclusión es clara: sus modelos de negocio van a cambiar radicalmente, por lo que deben adaptar sus competencias al mundo digital o quedarán rezagadas.
Un poco de historia
La industria 4.0 es una evolución natural de las revoluciones industriales anteriores, desde la mecanización del trabajo manual en el siglo XVIII hasta la automatización actual, con máquinas inteligentes e interconectadas que actúan de forma autónoma para fabricar productos en sistemas muy flexibles y reconfigurables.
INDUSTRIA 1.0.
La primera revolución industrial arrancó en 1776, cuando la máquina de vapor entró en las fábricas, sustituyó trabajos manuales y permitió el traslado de las operaciones de los ríos a los mercados o puertos. Se redujeron así los costes además de aumentar la productividad, sobre todo en el textil, una industria clave en esta fase.
Esta disrupción afectó a varios sectores y provocó altos niveles de desempleo, como cuando los telares automatizados desplazaron a los manuales. También impulsó la concentración de los fabricantes en clústeres industriales y, con ella, la migración de la población rural a esas zonas. Todo ello desencadenó cambios en la sociedad, como la aparición de poderosos magnates industriales, la clase trabajadora y el comunismo.
Pese a esta revolución, los productos complejos y de alta calidad (como los relojes, las prendas o, a finales del siglo XIX, los coches) todavía debían hacerse a mano, ya que no había máquinas capaces de fabricar esos productos en grandes volúmenes y a bajo coste.
INDUSTRIA 2.0.
La segunda revolución industrial tuvo varios detonantes: el uso de la electricidad en las fábricas; los avances en materiales, que alumbraron el acero fino y piezas metálicas de precisión e intercambiables, y la estandarización del trabajo, que provocó que las máquinas y herramientas tomaran el relevo de las habilidades especializadas de los trabajadores.
En 1913, estos adelantos convergieron en la cadena de montaje de Henry Ford. Por fin se pudieron fabricar grandes lotes de productos complejos y de alta calidad a un precio asequible, por lo que a los clientes no les importó la reducción de la variedad.
Otra de las consecuencias de la fabricación en serie fue la descualificación de la fuerza laboral. Continuó así la tendencia iniciada por la máquina de vapor: disminuyó la mano de obra cualificada (en términos relativos) y los empleos que exigían más formación pasaron de la planta a la oficina.
INDUSTRIA 3.0.
La tercera revolución industrial estuvo jalonada por una serie de avances decisivos. En 1971 fue el procesador Intel. La aparición de los semiconductores permitió integrar unidades de control de proceso en máquinas y robots, mientras que el control numérico informático aumentó la inteligencia y flexibilidad de las máquinas. La posibilidad de manejar varias máquinas a la vez redujo la necesidad de operarios, lo que acentuó la tendencia hacia un aumento de los trabajadores del conocimiento.
En esa década varias crisis energéticas sacudieron los mercados verticales. La estancación del crecimiento provocó que la demanda sustituyera a la oferta como impulsora del mercado. En este entorno, el sistema de producción en masa de Ford tenía problemas para adaptarse a los cambios en las preferencias del consumidor.
La solución de Toyota fue un nuevo enfoque de gestión que pasó de la maximización del uso de activos (la filosofía estadounidense) a minimizar las pérdidas (el concepto de la fabricación lean) y maximizar el valor añadido por unidad de tiempo (el concepto de flujo). De ese modo se pudo fabricar más productos y variantes sin perder calidad o aumentar los costes. Al permitir la adaptación a los cambios según las necesidades del consumidor, el sistema lean resultó más eficaz que la producción masiva.
INDUSTRIA 4.0.
En el siglo XXI, las siguientes tendencias internacionales están llevando los sistemas de producción al límite:
- Personalización. Los clientes quieren un producto que se ajuste a sus necesidades específicas.
- Globalización. Los mercados y las cadenas de suministro, vastos e interconectados, se extienden por todo el mundo, lo que complica la gestión. Al mismo tiempo se producen unos picos de demanda de productos globales (especialmente de electrónica de consumo) sin precedentes.
- Mercados financieros. Todavía se están recuperando de la crisis financiera de 2008. Este hecho, sumado al incremento de transacciones de divisas, dificulta la planificación de la producción.
- Envejecimiento de la fuerza laboral. En China, Japón, Rusia y Europa Occidental está aumentando la edad media de los operarios. Les cuesta más desempeñar determinadas tareas, con lo que la eficiencia se resiente.
- Sostenibilidad. La eficiencia energética, la reducción de residuos y el consumo responsable de los recursos naturales son ahora prioritarios.
- Crecimiento de la población y de la clase media. Los cambios demográficos impulsan la demanda de ciertos productos, como los coches en China.
- Sociedad de la información. En un mundo tan conectado, la rápida difusión de las ideas acelera el desarrollo de nuevos productos, procesos y modelos de negocio. También se producen súbitos picos de la demanda difíciles de cubrir, como ha ocurrido con el iPhone.
- Urbanización. Prosigue la migración del campo a la ciudad, pero las fábricas suelen ubicarse lejos, con lo que es más difícil encontrar trabajadores cualificados.