23 de marzo de 2008
Eras, en efecto, votable, tal y como te escribí en mi carta anterior. Me complace extraordinariamente el éxito que has tenido. Seguro que tú y yo discrepamos en numerosas cuestiones menores, entre otras cosas porque tú te dedicas a la política y yo al periodismo, profesión que ejerzo desde los 17 años de forma ininterrumpida, a pesar de los suculentos cargos políticos que en su día me ofrecieron.
Hace mucha falta en España lo que tú defiendes y encabezas: un partido centrado que exija de forma tenaz al Partido Popular y al Partido Socialista que no se entreguen a los nacionalistas voraces, fragilizando la Constitución.
Tu discurso es claro, translúcido, con veladuras y matices, pero sin fisuras. El derecho a decidir de los españoles es incompatible con que los vascos, los catalanes o los gallegos puedan tomar decisiones sobre cuestiones que afectan al Estado y a la unidad de España. El pasteleo del PSOE con los secesionistas vascos y catalanes en la pasada legislatura no es de recibo y por eso abandonaste, con dos tacones, tu partido. La merengosa actitud del PP en las reformas estatutarias de Valencia y Andalucía no tiene un pase y deriva del mismo mal. Tu denuncia de los que ponen los intereses de partido por encima del interés nacional ha tenido eco considerable y has derrotado en número de votos al PNV.
Te acompañará siempre, querida Rosa Díez, el respaldo de los que creen que intereses circunstanciales de poder no pueden comprometer ni la Constitución ni la unidad de España. Has empezado ya a ganar el órdago que lanzaste y, con un sólo diputado, te vas a convertir en referencia parlamentaria.
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